domingo, 13 de diciembre de 2020

Recorri2




Mi entrenador de Muay Thai, que tendrá mi edad,  me cuenta que la base de muchos entrenamientos es la constante repetición de un mismo ejercicio. Cien kicks, cien ganchos, cien tips, cien checks, cien combos, cien… así cada día… hasta que mecanizas el movimiento y luego te sale de forma automática y luego hay que ir puliendo e incorporando otras ideas. Que de ese modo creas en tu cerebro unas conexiones que luego hace que te salga solo y… Y sé de lo que me habla, porque en Muay Thai soy un menos que un novato, pero en su día, ay… en su día con una pelota de color naranja hacíamos lo mismo y al final eso es denominador en todos los deportes. Es lo que llamábamos “fonaments”.  A los chavales jóvenes no les gusta, porque les aburre la repetición, me sigue contando. Ahora que han cerrado los gimnasios, Ramsés, un local legend del Strava me lleva a correr por Collserola, nos ilustra técnicas pisada, de subida, de bajada,  mientras para él es un paseo. Dice que me va a poner fuerte. Eso si la metralla de la espalda me lo permite, le respondo siempre. Los recuerdos son difusos, pero si algo tengo claro de aquella época es que odiaba correr. Y las pretemporadas eran lo peor. En pretemporada el  setenta por ciento del entreno se hacía fuera del parquet. Pisabas el vestuario bien temprano, apenas para cambiarte y a correr. Cada puñetero día. Alguien tiraba de nosotros siempre, marcando el ritmo, quizá Quim, el físico, (creo que le llamábamos Roky) incluso Tommy o David, más sobrados de cardio. Apenas recuerdo las rutas, porque nunca llegué a conocer Badalona, pero creo que cruzábamos carrer del Mar, hasta Can Soley. Aromas de anís, sal marina, pan y croissant, así prácticamente todos los días, afinando la maquinaria al límite hasta que la course navette nos daba el visto bueno. Si volviera a pasear por  aquellos lugares no los reconocería. Pep me dijo en el reencuentro: “recordes que quedavem aquí quan anavem a jugar a fora?” Se refería a un edificio parecido a un museo o biblioteca municipal, y  de noche como que no, porque todos los gatos son pardos.  Al volver a Ausias March finalizábamos con sesiones de estiramientos interminables, junto a una vidriera poco frecuentada del pabellón,  donde  me tocaban agarrar las piernacas de Pere Remón, diez centímetros más alto que yo, esto son veinticinco kilos en cada mano, para soltárselas y a les sis aquí nois, farem una mica de pista. Descanseu. Ya empiezas a tener cuerpo de un jugador de Baloncesto, me dijo un día Enrique Campos, pionero del concepto campus, director de L’Escola de Bàsquet, que en su momento nunca supe exactamente quién era porque yo lo veía un poco como el padre amable de todos. Tantos años queriendo olvidar, empujando para adentro los recuerdos y de un tiempo a esta parte ya ves, al correr por Collserola se me mueven las placas tectónicas y ahí, ay, amigo, por ahí  tenían que salir. Tras las pisadas. Corriendo, cómo no. No he vuelto a pisar Ausias March, y eso que sé que hay una foto guapa donde salgo de juvenil. Qué más da. Voy a empezar la segunda temporada de Ozark, que nos da vidilla a E y a mí por las noches. Ambientada en ese estado con grandes lagos, que se acaban de disputar unos y otros. El presidente saliente no me gustaba, pero me hace gracia que aún hay quien cree que lo que había antes de éste y se vestía con los trapos de los derechos civiles se  jartó de bombardear a miles de kilómetros de su casa. Y el anterior a éste lo mismo.  El diez a quirófano, por lo de metralla en las lumbares. Deseadme suerte. Quiero correr. Me cago’n la figa d’en Catà!!,

No hay comentarios:

Publicar un comentario