Mi entrenador de Muay Thai, que tendrá mi edad, me cuenta que la base de muchos entrenamientos
es la constante repetición de un mismo ejercicio. Cien kicks, cien ganchos,
cien tips, cien checks, cien combos, cien… así cada día… hasta que mecanizas el
movimiento y luego te sale de forma automática y luego hay que ir puliendo e
incorporando otras ideas. Que de ese modo creas en tu cerebro unas conexiones
que luego hace que te salga solo y… Y sé de lo que me habla, porque en Muay
Thai soy un menos que un novato, pero en su día, ay… en su día con una pelota
de color naranja hacíamos lo mismo y al final eso es denominador en todos los
deportes. Es lo que llamábamos “fonaments”.
A los chavales jóvenes no les gusta, porque les aburre la repetición, me
sigue contando. Ahora que han cerrado los gimnasios, Ramsés, un local legend
del Strava me lleva a correr por Collserola, nos ilustra técnicas pisada, de
subida, de bajada, mientras para él es
un paseo. Dice que me va a poner fuerte. Eso si la metralla de la espalda me lo
permite, le respondo siempre. Los recuerdos son difusos, pero si algo tengo
claro de aquella época es que odiaba correr. Y las pretemporadas eran lo peor.
En pretemporada el setenta por ciento
del entreno se hacía fuera del parquet. Pisabas el vestuario bien temprano,
apenas para cambiarte y a correr. Cada puñetero día. Alguien tiraba de nosotros
siempre, marcando el ritmo, quizá Quim, el físico, (creo que le llamábamos
Roky) incluso Tommy o David, más sobrados de cardio. Apenas recuerdo las rutas,
porque nunca llegué a conocer Badalona, pero creo que cruzábamos carrer del
Mar, hasta Can Soley. Aromas de anís, sal marina, pan y croissant, así
prácticamente todos los días, afinando la maquinaria al límite hasta que la
course navette nos daba el visto bueno. Si volviera a pasear por aquellos lugares no los reconocería. Pep me
dijo en el reencuentro: “recordes que quedavem aquí quan anavem a jugar a fora?”
Se refería a un edificio parecido a un museo o biblioteca municipal, y de noche como que no, porque todos los gatos
son pardos. Al volver a Ausias March
finalizábamos con sesiones de estiramientos interminables, junto a una vidriera
poco frecuentada del pabellón, donde me tocaban agarrar las piernacas de Pere
Remón, diez centímetros más alto que yo, esto son veinticinco kilos en cada
mano, para soltárselas y a les sis aquí nois, farem una mica de pista.
Descanseu. Ya empiezas a tener cuerpo de un jugador de Baloncesto, me dijo un
día Enrique Campos, pionero del concepto campus, director de L’Escola de
Bàsquet, que en su momento nunca supe exactamente quién era porque yo lo veía
un poco como el padre amable de todos. Tantos años queriendo olvidar, empujando
para adentro los recuerdos y de un tiempo a esta parte ya ves, al correr por
Collserola se me mueven las placas tectónicas y ahí, ay, amigo, por ahí tenían que salir. Tras las pisadas.
Corriendo, cómo no. No he vuelto a pisar Ausias March, y eso que sé que hay una
foto guapa donde salgo de juvenil. Qué más da. Voy a empezar la segunda
temporada de Ozark, que nos da vidilla a E y a mí por las noches. Ambientada en
ese estado con grandes lagos, que se acaban de disputar unos y otros. El presidente
saliente no me gustaba, pero me hace gracia que aún hay quien cree que lo que
había antes de éste y se vestía con los trapos de los derechos civiles se jartó de bombardear a miles de kilómetros de
su casa. Y el anterior a éste lo mismo. El diez a quirófano, por lo de metralla en las
lumbares. Deseadme suerte. Quiero correr. Me cago’n la figa d’en Catà!!,
No hay comentarios:
Publicar un comentario