Mi
hermana, enfermera y mi cuñado nefrólogo, los que me lo recomendaron. Te podría ir bien, me dijeron. El tipo de la
bata blanca me hace pasar a una pequeña habitación y me siento delante de su
mesa. Lleva una pantalla transparente delante de la cara e inicia un interrogatorio relativo a mi salud, entre los
que confieso mis datos delincuenciales respecto a la carne y el tabaco en
tiempos pasados de lo que tan solo queda el gusto por vapear. Y eso no me lo
quita nadie, le digo. Cuando acaba me desnudo y muestro mis estragos vertebrales,
y me dice que me ponga de pie mirando al frente. Observa con atención y noto la punta de un bolígrafo dibujándome un mapa que sólo él
entiende. Túmbate. Respira, expira, crujido. Tranquilo, respira, expira. Crujido. Levántate, agáchate.
Meninges, tejidos conectivos. Esto molesta pero lo podrás aguantar. Ahora de pie. Vuélvete a
agachar. ¿Deporte? Que sí, de joven, de alta intensidad. (me ha quedado cool, me
digo) Y luego ya años después, kung fu solo katas, sin combate, y chi kung… eso fue tras un viaje a
Vietnam en busca del Coronel Kurtz y
otro a la India y Nepal. ¿La India? Parece interesado. La India. Vida, muerte y
eternidad. O te cambia o te expulsa, le digo. Al principio bien. Sensación de
flotar al volver. Me iba bien, pero con los años me he vuelto a asalvajar. Lo último
que he aprendido en los últimos tiempos es a sonreír con la mascarilla puesta.
Ya ves. Hasta podría darte clases, le digo, ahora que se impone un nuevo modelo
de economía, pero poco más. Cuando me quiero reconciliar con el mundo salgo a los
parques y me como a un practicante de tai chi con kimono incluido. Sólo eso. El
tipo sigue apretándome las vísceras. Toma pulsos. ¿Te gusta leer? Le comento
que es de los pocos refugios donde mantengo mi cuaderno bitácora seco. Me habla
del mayor de los estudios relativos a la dieta: El estudio de China y Comer
para no morir. Y el documental de Netflix: The game changers, donde sale un
tipo casi desconocido que machacó a Connor McGregor, un campeón fanfarrón de la
MMA. Y de una ciclista olímpica y de otros varios, que ganaron sus medallas
siendo los atletas de mayor edad de aquella competición. Todos veganos. Y que
tengo que recuperar el core, que lo tengo echado a perder. ¿Qué coño es el core?
Y de probióticos, y de aceite de magnesio y le digo que me lo apunte, que de memoria
voy peor que Dori. Y él me dice que eso es ahora, pero ya se andará también. Te
veo en quince días. Y así llevo un mes. Con todo leído. Recuperando core.
Aprendiendo
a comer. Apuntalando vértebras que hace un mes parecían tuberías de un
submarino de la primera guerra mundial. Jugando al escondite con el dolor y el bisturí.
Creo que le voy a ganar.