lunes, 6 de julio de 2020

Trinchera



El principio es el final, te dices, mientras cierras las cortinas a un mundo que jamás te prestó la mínima atención. Te tiras en el sofá, cambias de canal sin rumbo de aguja. Corbatas que auguran desastres económicos. Una tía con el pelo rubio. Te suena. Hace años tenía un programa de tertulianos casposos que hablaban de cine. Te la empiezas a tocar hasta que se te duerme como un gatito entre las manos. Eso es el crecimiento negativo. Por la tarde, te parapetas en la cocina, la última trinchera donde mantienes a salvo tu libro de instrucciones. Repasas con la mirada el oleaje de trapos colgantes del patio de luces. Ella abre la puerta y contra el marco se estrellan los gritos de unos niños disparados desde el comedor, abre la puerta de la nevera, saca una cerveza y te anuncia: tu turno, te toca. Cuando acabe todo esto será perfecto, volverán las reuniones familiares entorno  a una mesa con comida y aperitivos,  hasta que la mano de tu cuñado y la tuya vuelvan a coincidir en un platillo de berberechos. Los niños callarán, los suegros mirarán hacia otro lado. El berberecho se quedará en el plato. Alguien hará un gesto y la música seguirá sonando. El final es el principio, te dices.

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