viernes, 12 de junio de 2020

Wild horses





Una pelota y un aro a 3,05 metros. Así de simple. Sólo con eso era suficiente. Todo empieza así. Seguramente habrán más películas que tocarán el tema, eso siempre lo digo, lo de la semilla inmortal y que está todo escrito, pero a mí me toca mucho últimamente "Flores Rotas" de Jarmusch, por cuanto tiene de búsqueda y encuentro, el de un tipo ya llegado a cierta edad,  y que por una serie de avatares se ve husmeando en los trastos viejos de la memoria, haciéndose preguntas, buscando las respuestas. Ahí me veo, también: Un compañero de trabajo que conoces de hace poco te habla cada vez que te ve, de gente que te suenan como parientes lejanos pero muy familiares. Mucho. Imposible olvidar a aquellos con los que compartiste probablemente una de las mejores etapas de tu vida. El compañero de trabajo insiste (como el compañero de reparto de Murray en la citada película) en ir en busca de ese pasado. No rechazas, (como Murray) pero esquivas la primera, la segunda y la tercera invitación, sabes que harás ídem con la cuarta hasta que se canse. La idea de verlos y meter el hocico en esos barros se antoja lejano e irrecuperable en este preciso rumbo y oleajes cotidianos que nos abordan por babor y estribor. Te conformas con recordarlos porque forman parte de tu cuaderno bitácora vital, y saber de ellos por las redes sociales y a lo que te vaya llegando le regalas una sonrisa, todo lo más. Después vino una muerte injusta, como lo son todas las que llegan por adelantado, motivo por el que cruzamos fotos y mensajes en los que acabamos diciéndonos la dichosa frase que se suele decir en esos momentos: "a ver si nos vemos algún día y nos damos un abrazo". Casi mejor así, tratas de convencerte, recordarnos cuando teníamos 13, 14 o 17 años y no había esparadrapo capaz de mitigar el dolor de las rodillas, ni dolor capaz de impedir nuestras ansias de volar más allá de los 3.05. Habíamos dejado atrás l' Escola de Basquet, aquella nave industrial de Badalona que regalaba frio antiguo y aromas de repostería donde repetíamos hasta la saciedad las posiciones básicas, mecánicas de tiro, entradas, reversos, pases, bloqueos, ayudas y por fin pisábamos por primera vez el encerado oscuro del Ausias March. Nunca en tu vida has visto tanto parquet junto. Ayer eras una hormiga más coreando a tu equipo al unísono desde las gradas, hoy lunes nos toca pisarlo a nosotros. Ayer en este mismo foso del banquillo descansaban tus ídolos: Villacampa, Jofresa, Montero, Margall, Jiménez, Stewart, Housey... Hoy, los encargados de pista empiezan a sacar los carros con los balones con su inconfundible olor a cuero. Las mismas con las que entrenaron ellos. Se escucha un interruptor que hace eco en las gradas vacías, y los halógenos del abovedado empiezan a iluminar la escena de entrenamiento muy lentamente. Empiezan a entrar algunos pocos fieles aficionados que gustan de ver cómo evoluciona la cantera. Hace tiempo que no piensas en otra cosa. Los latidos y los botes del balón se sincronizan perfectamente. Repasas cada jornada antes de irte a dormir con la intención de hacerlo mejor mañana y ser útil a tu equipo.
Todas las circunstancias parecen confluir y finalmente decido no ponerme más obstáculos. Ayer me encontré con PM. Tras 34 años, año arriba año abajo. El encuentro, como dijo él, fue como volver a verse para cenar la noche antes de la semifinal de los campeonatos de España en Granada o Cádiz, sabiendo que al día siguiente íbamos a darlo todo y mucho más. Y eso, junto otras palabras regalo de TJ, que también guardo en algodones es de lo más bonito que me ha revisitado del pasado. Intentas hacer memoria de sus "te acuerdas de", porque después del requiem for a dream fue urgente y necesaria una brutal y radical desconexión de todo aquello, sencillamente porque así ya no se podía vivir. Ya no bastaba con una pelota y un aro a 3,05. No bastaba ser salvaje y libre. Se impuso aquel principio de Trainspotting: "elige una vida, elige un empleo, elige una familia, elige una carrera, elige un televisor grande que te cagas, coches, lavadoras, equipos de compact disc...".  Lo que sí es seguro es que también elegí no olvidarme de todos y cada uno de los entrenadores y jugadores con los que me crucé, porque en muy buena parte todos pusieron algunos de los cimientos que te edifican como persona. A todos ellos: Gracias. Os las debía. Fins aviat.


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