domingo, 31 de mayo de 2020

A propósito de Deckard.



Me dice E, que si hoy viene su hermana a verla después de dos meses besos no, pero se van a dar un abrazo sí o sí de teta con teta y la mascarilla perdida de rímel y lágrima, muy a pesar de mi cuñado, y a mí me avisa levantando el dedo,  como si estuviera  yo en el bando aislacionista que tanto se promulga por la telerrealidad. Y le advierto que nada más lejos, que me da un poco igual, mayormente porque confío. Una confianza, (que no fe),  surgida del instinto de supervivencia, del propio y breve aprendizaje de lo malo conocido y lo desconocido al mismo tiempo, a lo que te sometes te guste o no,  a  base de salir a la calle, sobrevenirte la tos seca y pensar en lo peor, coger autobuses, metros, alimentos, documentos ajenos, tratar con gente que no conoces,  así, día tras día,  y hacer malabares con el picor de la cara, el hidroalcohólico en una mano y el móvil en la otra.  Al principio, salir era como adentrarse en el núcleo del reactor de Chernobyl, con medidor Geiger y traje de plomo, con los días, ya eres un turista más en el parque de atracciones de Prypiat, y pasado el tiempo y las fases, mientras los parques infantiles continúan precintados han brotado tras la lluvia ácida docenas de baretos adaptados a la recién estrenada necesidad social de abigarrarse en las terrazas y del take away, y del volver a emborracharse, tirar anzuelo con la mirada y lo que surja y esto mientras el calorcito va subiendo y nos quitamos capas de ropa NRBQ, aunque por la mañanas todo vuelva a tener  un aire a aquella Unión Soviética de los ochenta, de colas para comprar pan, para la ferretería, el chino (he dicho el chino, sí, también). Me gusta como lo explica Bernardo, porque me recuerda a Bird Box: A ciegas, 2018.  Donde Mallorie, la protagonista, (Sandra Bullock) debe dudar de todo lo que conocía hasta ahora, porque de un día para otro desaparecen tus amarras y no quedan certidumbres, el futuro está por escribir,  y es tal cual la citada película surgida de la misma semilla inmortal fílmica de los postmundos. Lo malo es que durante este confinamiento he visto una foto del presente actual de John Connor, aquel que debía salvarnos de la rebelión de las máquinas, y me he venido muy abajo.

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