domingo, 31 de mayo de 2020

Pasa tú primero.






Ustedes me perdonan, porque no sé cómo lo hago, esto es dejarse llevar y poner las ideas en la diana, pero acabo añadiendo música a esta coctelera, como es ahora el caso, o películas que se visten así, y hoy brota John Cusack, en Alta Fidelidad (2000). Preguntándose desde el principio en voz en off si escuchaba música porque estaba triste o estaba triste y por eso escuchaba música. Me arrimo conclusiones peligrosas, como que se trata de películas que tratan de problemas de pijos,  como Lost In Translation, pero es que siguiendo estos fundamentos no entraría en casa la mitad de lo que echa en la pantalla. Hay películas, como esta, que se guardan para sí misma lo que nos tiene que decir. Luego el manido argumentario de que Murray no tiene gracia. Menos tiene Sean Penn, otro que me encanta y por el que también tiro cohetes en verbenas. Y joder, que a mí Murray y LiT  me llevan al cine de Jarmusch, contención, detalle, plano, silencio, gestos y al final un cine alejado del actual que mueve fotogramas y planos a ritmo de motor V8. Y que resulta imposible mencionarla sin ponerme el Just like Honey de Jesús and Mary Chain en la escena final. En literatura también lo intento y no siempre acierto:  leo sobre Carver,  pope del relato, porque en narrativa es lo que más me interesa, porque me recuerda al desencanto de algunos personajes de Murray o Jarmusch,  y por todos esos tópicos que se mencionan sobre su prosa: economía del lenguaje, escepticismo, carencia de florituras estilísticas, pesimismo, realismo, “tipos que miran la televisión evitando mirar en su interior” y todas estas coordenadas me dan faro potente para dirigirme a esas tierras, pero es llegar a puerto y ver sus calles y no encuentro nunca nada de lo dicho de Carver donde agarrarme. Qué le vamos a hacer.

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