Me digo que debería subirme al palo mayor, porque esto es mi
barco, observar tierra y escribir algo en relación al tiempo muerto que
vivimos, sea en su sentido figurado o en el literal de la expresión, en lo que
concierne a esta “pausa”, el peor eufemismo que podría elegir para definirlo,
porque me da en el hocico que ahora sí, por fin va a ser cierta y de verdad
aquella frase de cualquier tiempo pasado fue mejor, y lo de antes no lo vamos a retomar más que en frases que empiecen
con “te acuerdas cuando...”. Si te quieres dar una buena hostia ponte la escena de “Faces” (1968) de Cassavetes, con esos bares abigarrados
de caras, humo y alcohol, que me dirán que no hay que irse tan lejos, que ya en los
ochenta, Madrid y la Movida, de cuando en los bares tirábamos las colillas y los
palillos del pincho al suelo, porque el lugar exigía ese relajo. Este comentario
lo hice a un millenial anónimo, y como era de esperar me contestó que también
hace no sé cuántos años estábamos en las cavernas. El pobre no había entendido
nada, a pesar de estar escuchando de continuo a 45 revoluciones el mismo disco
que lleva título para todos: “Què podrem fer i què no podrem fer”. Y el asunto no es que fuera millenial, sino que siendo, hablara como un viejo. Supongo que ya le está bien, pero es normal,
porque tampoco había vivido nada diferente antes de. Y es que desde entonces todo
es un retroceder. La verdadera inmunidad de rebaño, chico, estaba ahí. No te obceques en buscarla ahora.
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